lunes, 19 de octubre de 2009

E.G.B. Nº 458, Bajo Hondo Chico, Pres. Roque Saenz Peña


La llegada a la escuela 458 comienza con el relato de una historia de amor. Oscar Araujo, director de la escuela, y Ana María Saunig, su compañera, son responsables de la enseñanza de los cerca de 18 chicos que concurren a esta escuelita que cuenta con dos aulas (una para los más chiquitos y otra para los más grandes) y con un cuarto y un comedor, que es donde viven Oscar y Ana. El sueño de estas dos personas de llevar adelante una vida juntos, en el campo, y en una escuela rural, comenzó cuando ellos eran muy jóvenes, ¡tenían apenas 15 años! , y ya eran novios. Pero por entonces, al terminar la escuela secundaria, el padre de Ana decidió que era importante que su hija siguiera una carrera universitaria, y procuró todo para que ella pudiera estudiar en Córdoba. Hacia allá partió Ana, quien no podía desoír el mandato familiar, a pesar de que su corazón se quedaba prendado a ese amor que dejaba trunco… El tiempo pasó, Ana se casó en Córdoba y tuvo tres hijos, Oscar también se casó, no tuvo hijos y al poco tiempo se separó. Y pasados ya unos muchos años, también Ana se separó, y fue entonces cuando Oscar volvió a aparecer un su vida…. El final, ya lo dijimos: ¡viven juntos en el campo y llevan adelante la educación rural de los niños de la escuela 458! ¡A la vuelta de la vida, sus sueños volvieron a encontrarse!

Luego de tan conmovedor relato compartido entre mates, y al conocer Oscar en más detalle la propuesta de El cuento de la buena soja, exclamó: ¡Ah, pero esto sería lindo que lo aprovecharan los papás! Y sin dudarlo, mientras los niños iban llegando como aparecidos del monte, el maestro subió al auto y fue en busca de los adultos. Así, luego de su rodada de invitaciones, llegaron algunos tíos, abuelitos, papás y mamás. Al explicarles que la idea era compartir un taller acerca de la expansión de la soja, con mirada de hombre de campo uno de los mayores del grupo dijo: bueh, nosotros no sembramos soja, pero está bien… Entonces de inmediato surgió la aclaración de que no era una charla “para acercarles la soja” ¡sino para alejarla! Y ahí sí, pareció que el grupo comenzó a sentirse en confianza…

Bajo la galería, nos acomodamos todos para compartir charla, película y juego, ¡y fue un intercambio hermoso! Los grandes le contaron a los chicos como era el campo cuando ellos estaban en edad escolar: de cómo el campo se fue mecanizando y vaciando de gente, y de que ahora todo estaba en manos de los grandes “pulpos”. ¡Uno de los abuelos no paró de despacharse contra los grandes “pulpos”! Era una delicia escucharlo… Y también los niños hablaron del campo, de las plantitas del campo, y una niña dejó en claro que el campo era aburrido y que lo divertido era ir al pueblo a hacer compras…

La despedida de la escuela 458 fue emotiva. Los adultos se fueron agradecidos, tenía cierta preocupación por que estuvieran apurados por volver a sus tareas, pero se quedaron a compartir toda la actividad, sin prisa. Con los niños nos quedamos un rato más, y ellos se pusieron a hacer los dibujos que aquí comparto. La última imagen al dejar la escuela, fue la de Oscar y Ana María, diciendo adiós con una mano, y con la otra, uniéndose en su abrazo de amor de toda la vida.








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